lunes, 22 de octubre de 2007

MARÍA FERNANDA

“La vida que escribo”


Un sonido de aplausos tronó en el salón, rompiendo el silencio provocado por la atención en sus palabras.

Ella caminaba cabizbaja por la acera de su ciudad. Un camino tantas veces hecho le daba seguridad, retraimiento, automatismo. Su cuerpo acostumbrado a las distancias de cada cuadra, a la posición de los obstáculos, al ritmo de esa ciudad no prestaba mayor atención en los movimientos que realizaba. Y esos pies, casi mecánicos, conocían la frecuencia exacta en la que debían caminar. La mañana, fresca y despejada, era tranquila para esa niña que con los ojos en suelo y una canasta en su diestra, andaba con paso lento y periódico. No había prisa y con su paso, casi misterioso, seguro y abstraído, caminaba por entre las gentes ajenas a ella que como cualquier otro día conversaban trivialidades, gritaban preocupaciones normales provocadas por necesidades normales. Y es que ella era parte ordinaria de aquella cadena, una pieza más y semejante que formaba parte del día a día de ese rincón de la ciudad. Inadvertida, una pequeña mancha imperceptible. Perdida, mirada perdida e ignorada.

Violeta se dirigía a la zona que ocupaba todos los días que la feria abría sus puertas a la comunidad. Recorría las calles que la conducían hacia el lugar para intentar sacar provecho de las tortillas que vendía hace años en el mismo espacio. Contaba ya con algunos clientes fijos que confiaban en ella por la costumbre, por el valor del tiempo, cuando en un inicio se habían acercado a ella sumidos en una burbuja sin siquiera sospechar la vida llevaba por no haber nacido privilegiada. Y ahora era peor aún, ahora que los precios subían sus ventas promedio no eran suficientes como lo fueron una vez, provocando que sus propias necesidades y las de su familia pidieran más esfuerzo, más suerte a lo mejor, o mayor sacrificio. Por seguridad había decidido hace un par de años no permanecer después de que oscureciera en el mercado ya que se corría la voz que una joven había desaparecido a manos de un hombre que aún vivía en las cercanías del lugar. Contaban que estuvo preso un tiempo, 4 o 6 meses tal vez, pero que al no encontrar pruebas suficientes contra el individuo el proceso se detuvo y no hubo nadie que presionara lo suficiente por que éste continuara. O quizás no tuvo los recursos suficientes para hacerlo. A raíz de esto, Violeta decidió tomar precauciones y no presenciar las estrellas entre los puestos de verdura. Sin embargo, y a causa de la escasez que vivían hace un tiempo, debió revertir la decisión tomada. Intentaré no andar sola. Intentaré no exponerme. Debo hacerlo.

No era un buen presente para una muchacha que aún estudiaba. Debía, por lo tanto, repartir su tiempo y esfuerzo entre la venta de tortillas que fabricaba su madre, sus estudios sin mucho éxito, y la vía de escape para todos aquellos problemas que ocupaban su cabeza: La literatura. Desde hace algunos años, cerca de la fecha en la que por obligación tuvo que salir a trabajar, había adoptado el hábito de escribir en las noches. Escribía por evasión, escribía de todo lo que en su imaginación se creaba para escapar de su propio mundo, de todo lo fantástico e increíble que su cabeza inventaba. Todo aquello lo retrataba todas las noches en forma de hermosas líneas que hablaban de princesas, piratas, castillos y dragones. Sin percatarse contaba con el talento, y además tenía el corazón y la pasión que le ayudaban a soportar todas esas dificultades o mejor dicho, a vivirlas sin vivirlas.

Estaba repleto. Ese día el mercado era un pandemónium asqueroso como cualquier día, en los que toda la población de Fatum bajaba al centro a comprar sus haberes para la semana. Desde los alrededores venía gente con autos o carros o carretas incluso, para abastecer cada uno de sus hogares donde necesitaban aquellos primitivos alimentos. No había necesidad de hablarles ni mucho menos de conocerlos para distinguir los diferentes estratos que se encontraban juntos en aquel lugar. Las vestimentas, los ademanes, el vocabulario. Todo allí denotaba mezcla y segregación. Ella observaba día a día a esos extraños que pertenecían a otro mundo, veía pasar las alegrías, las tristezas, preocupaciones y nostalgias en sus rostros sirviendo todas aquellas emociones de inspiración para sus escritos. Había seguido la vida, los momentos diáfanos que logró captar de algunos de los compradores más asiduos del lugar. De hecho, muchos de ellos habían pasado de ser foráneos visitantes a transformarse en personajes habituales en sus aventuras, en compañeros de armas. Pero ni aún así, alguno se fijo en su mirada, en sus tristezas ni en sus alegrías. Ninguno, con excepción de uno.

Había terminado su discurso y los aplausos llenaron el salón. Los recuerdos la agobiaban en el premio que acababa de recibir y sus palabras escondían momentos deplorables que la llevaron a aquel momento. Los recuerdos se hacían presentes, las imágenes, los olores, los sonidos, una canción de fondo, esa canción que aún resonaba en su mente. Y todo aquello que revivía en aquel instante, todas esas imágenes que se atolondraban en su cabeza eran las causantes del reconocimiento que recibía. No entendía, no entendía, nunca lo haría.

Era un día normal. Un día que terminó ajetreado y laborioso, y que en la oscuridad de la noche, escondía al mismo hombre que la había estado observando todas las noches hace aproximadamente una semana. La niña, como las otras noches anteriores en ese mercado, ignoraba la presencia del extraño y realizaba sus actividades habituales con perfecta normalidad. Él, sin embargo, la llevaba en su mente desde hace un tiempo, desde el momento en el que se sintió cautivado por esa mirada transparente, desde que esa pequeña criatura despertó en su piel aquella atracción incontrolable. Ese día conoció a Miguel. Y no supo jamás como la oscuridad más abyecta puede ser escondida bajo el tapiz de los ojos verdes que no olvidó mientras vivió.

Nunca supe, nunca supe que estaban estos sentimientos dentro de mí. Nunca pensé, nunca desperté queriendo olvidar pensamientos fatales, aberrantes, pérfidos. Nunca, nunca. Y ahora no se que haría sin estos deseos que me trajeron la verdadera vida a cambio de la inocencia de una pequeña. Siento que la amo, que la quiero más que a nada en el mundo, que no puedo vivir sin ella, sin su respiración, sin su cuerpo.

Luna, luna, luna tú sabes que la quiero…mírame viole, mírame…yo sin su amor me muero… ya po pendeja calladita, calladita, mírame con esos ojito y dime que me querí, dime que me querí, dime que te gusto viole…Luna, luna luna, tu sabes que la quiero… cállate, calladita, shhh nadie va a saber, te lo juro, no le cuento a nadie si me decí que me querí… yo sin su amor me muero, me muero por ti mi amor.

Fue tan rápido que con el pasar de los años se fueron haciendo confusos los recuerdos. Además, por voluntad de la memoria, las imágenes no fueron recordadas con precisión. Pero lo que ya no concernía al pensamiento eran aquellos sentimientos de rabia, miseria y de impureza que permanecerían intactos e imborrables.

Todas las mañanas Violeta se levantaba para ir al mercado. Debía vender las tortillas hechas por su madre. Todas las mañanas se acercaba hacia el gentío y, estos seres ignorantes, vivían vidas normales con preocupaciones normales por necesidades normales. Un secreto, guardaba un secreto que nadie podía reconocer en sus ojos. Y, mientras ella colgaba con esa pesada carga repleta de imágenes, sabores, olores y sonidos, miraba al mundo como seres banales ajenos a una realidad de la que había sido protagonista. Callaba como habría de callar para siempre. Todo había pasado muy rápido. Y así de rápido los instantes evocaron emociones y aquellas inspiraron fantasías que serían traducidas para común entendimiento. Las letras florecieron como si el papel fuese primavera y, poco a poco, con una rapidez asombrante, fue tomando forma una nueva historia. La historia más hermosa, de príncipes a caballos con sus princesas, de castillos, de amores medievales, de pureza. La historia más evasiva, la historia que años más tarde habría de sobrepasar todas las fantasías, todos los cuentos alguna vez contados.

“Las palabras son las acompañantes leales por excelencia. Nunca una mente extrañará un verso, una palabra, una emoción. Son, además, el sustento de nuestro silencio y de los gritos que somos capaces de proyectar o guardar. Son la base de nuestro apoyo, son los entes que sobre todo a nosotros los escritores, nos acompañan y apoyan más de lo que podría cualquiera. Por esto, agradezco en lugar de mis palabras, el premio que me otorgan ya que son ellas, en su infinita paciencia, las princesas que han traducido cada uno de mis momentos”. Un sonido de aplausos tronó en el salón, rompiendo el silencio provocado por la atención en sus palabras, mientras Violeta recibía el premio al cuento que habría de ser el mejor de todos. El mejor de todos.


12 comentarios:

TALLER EDEN Y LUJURIA EN VIVO dijo...

María Fernanda: Sugiero más lecturas, sintetiza las ideas que quieres expresar. Encuentro que tienes demasiados adjetivos lo que ensucia la lectura para que ésta sea fluida.

Marisol Montero

transpiralogica dijo...

Lo mismo opino. De todos modos, está hermoso. Original, pero a ratos se torna un poco lento.

TALLER EDEN Y LUJURIA EN VIVO dijo...

María Fernanda:

Me parece buena la idea del texto pero siento que, en algunas, partes no eres clara lo que tiende a confundir al lector. Tal vez hay párrafos que deberías simplemente obviar y otros mejorarlos para que transmitan de mejor forma la idea.
También encontré un poco lento el desarrollo del texto. Animo, Malutae.

TALLER EDEN Y LUJURIA EN VIVO dijo...

María Fernanda:
Estoy de acuerdo con los comentarios que se te han hecho, respecto a tu relato. Yo creo también, que tu texto ganaría en claridad e intensidad, si las frases fueran más breves y con palabras más precisas al desarrollar la idea que narras. Encuentro que hay un poco de caos en tu texto, porque los relatos cortos deben ser más puntuales en lo que narran y no repetir lo mismo en diferentes párrafos o frases, lo que provoca en el lector: tedio y confusión en su lectura. Además, encuentro que la primera frase con la que empiezas tu texto, debiera tener una palabra, o más de una talvez, que la uniera con el párrafo siguiente. Aída.

Rob. dijo...

María fernanda:

Creo que el comentario tres tiene una explicación formal, la cual igual comparto. A mi me gusta la nostalgia, emotividad y espíritu de superación que está presente en tu relato, creo que esos son pilares que has expresado certeramente.

Pero a nivel de estructura, creo que la idea de los flash-back (cuando la narración se vuelve al pasado) es lo que hay que pulir. En cuanto a los adjetivos, creo que es una decisión propia, si tu crees que es necesario modificarlos, hazlo, sino déjalos.

Creo que como par, siempre veré el lado positivo de tu creación.

:)

Anónimo dijo...

Concuerdo con los comentarios anteriores.

Discrepo un poco con Roberto porque a veces hay adjetivos que a uno le parecen divinos pero que vuelven el texto un poco lento, pero por otro lado, al igual que Roberto, como par, me quedo con el fondo de la historia que me gustó, realmente da que pensar.

Un beso

Camila Varas Brash dijo...

María Fernanda:

Ya todo se dijo hoy, por lo que creo que repetirlo es innecesario, sólo recuerda que menos es más y que tal vez es mejor comenzar un nuevo relato que afanarse en "corregir" lo ya hecho.

un saludo

Camila Varas Brash dijo...

María Fernanda:

Ya todo se dijo hoy, por lo que creo que repetirlo es innecesario, sólo recuerda que menos es más y que tal vez es mejor comenzar un nuevo relato que afanarse en "corregir" lo ya hecho.

un saludo

transpiralogica dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
transpiralogica dijo...

jajajaja! no puedo olvidar lo del "misterio de las tortillas"!!! me río sola.

Anónimo dijo...

jajaja
el misterio de las tortillas!!!

jajaja..

gracias por todas las criticas...
por las del blog...
(que recien lei)

y por las hechas el sabado pasado.
Al final, y en la soledad de la almohada, reflexionaré sobre todos los comentarios hechos.
Me serviran para mejorar mi escritura, y el cuento que estoy puliendo.

nos vemos le viernes!!!
=)

les llevo tortillas?

jaja
besos


Fernanda*

Anónimo dijo...

me sumo a los comentarios anteriores, sintetizar, pero tu texto tiene algunas imágenes que me parecen hermosas y bien creadas.

saludos, Maritza