sábado, 13 de octubre de 2007

LA ESPERA

Camila Riquelme

Las gotas se deslizan una y otra vez por la ventana, lastimeras, agónicas y yo las miro, más bien observo a través de ellas en un estado similar, letárgica, desesperanzada, con la nariz pegada al vidrio, la que a estas alturas ya esta bastante húmeda y fría, tanto que fácilmente podría haberse desprendido y yo como si nada, sin siquiera notarlo. Y así esperé una, dos, tres horas antes, cuatro, cinco, quien sabe cuantas horas después y espero, espero y te espero y no llegas.

A ratos la lluvia se detiene y se ve todo más claro, comienzo de cero y te doy una nueva oportunidad, de este modo pasan las horas más rápido y puedo entretenerme viendo como se abren las nubes. Pero no siempre es tan fácil, cuando sale el sol y todo se evapora la situación se vuelve más monótona e incluso me siento más sola, de un modo u otro aquellas gotillas suicidas me hacen sentir acompañada y menos desgraciada, pero son pasajeras y se van, como todo lo que está a mi alrededor, cambian, menos yo que sigo aquí paciente en mi espera.

También puedo distraerme observando a la gente que viene y que va, que va y que se viene, con sus caras ocupadas, soñolientas o despistadas, con paso rápido o reticente, pero eso después de un tiempo también se vuelve aburrido y pasan los días y aún así no me desanimo y espero, y te espero.

Cuando llega el calor del verano despierta en mi un poco de esperanza, los rayos del sol son agradables a excepción de entre una y tres de la tarde cuando me dan en los ojos y no puedo ver si te has decidido a venir, pero de todos modos no pierdo nada porque siempre es igual.

Ya en otoño, cuando veo caer las hojas, me baja la melancolía y hasta creo que lloro un poco, pero con el frío que hace y lo helada que estoy siempre, supongo que ni siquiera soy capaz de sentir mis lágrimas. Y así, otra vez gotillas en la ventana y te he esperado horas, días y te sigo esperando, pero tú no reaccionas, sigues ahí sin decidirte, sin compadecerte de mi mirada de súplica, con tu cara pensativa justo en medio de la plaza.

En realidad yo no se que te encuentro, será tu físico escultural, ese aire de sabiduría, o la mirada que me lanzas desde lo lejos, tan profunda, tan pensativa. En verdad no lo sé, quizás el problema soy yo y por eso no te decides a venir, puede que la distancia te desaliente o tal vez pienses que para un hombre como tú no es digno estar con una mujer como yo, incompleta, la que simplemente es una cabeza y apenas un poco más.

En realidad ya no se que pensar, pero te aseguro que no pierdo la esperanza y por mientras te observo desde la ventana del cuarto departamento del edificio de enfrente y espero, espero y te espero.


Extracto de Monólogo

He rayado las paredes porque no encuentro hojas que aguanten tanta rabia ni se deshagan bajo tanta pena y lágrima. He sacado cada uña de mis manos, he arañado mi piel y desgarrado a mordiscos mis labios. De nada sirve el cuerpo en este encierro, en esta casa sin puertas ni ventanas.

Y en esta soledad mi única compañía son la angustia y el miedo que siguen mis pasos como perros callejeros, hambrientos. Las únicas palabras que he logrado intercambiar son con mi propio eco que retumba por los rincones pidiendo auxilio, yo, conmovida lo compadezco y tranquilizo tal cual él lo hace a veces conmigo.

A la hora de comer la amargura es el ingrediente secreto con el que sazonan las comidas, se queda pegada entre los dientes y se mezcla con la saliva. Luego, entre las dos y los cinco compartos con el tedio y el desgano, jugamos a tirarnos boca arriba sobre las mandrágoras del patio.

Así pasan mis horas y mis días, no existe consuelo. Entre estos tétricos corredores se ha perdido la única esperanza, quizás tan enloquecida como yo ha intentado saltar de los balcones…pero con éxito. La memoria presente en cada espejo, en cada juego de luces me ata a su abrazo frígido y se deleita con mi tortura.

Y aunque toda está lleno de recuerdos, de desvelos, miedos y malos augurios yo me siento vacía, vacía, ausente, porque lo he entendido todo, pero no quiero, no quiero, me niego a comprenderlo y por eso me doy de cabeza contra las paredes.



La locura al borde de la razón.

4 comentarios:

Camila Varas Brash dijo...

en lo personal me gustó este texto...
sobre todo el soliloquio final, me recuerda un monólogo que hice hace un tiempo...
tiene rasgos psicológicos que le dan un aire interesante y frases que llegan a causar emociones, aunque hay algunas ideas que se repiten con distintas palabras.

francisco javier parra núñez dijo...

Está entretenido, bizarro y extenso. Hay párrafos (como los de las estaciones del año) en que lo predecible ensucia y resta mérito a la certera narrativa que usas, y además, le quita el vértigo con que el texto esta escrito. Me parece un buen trabajo, que podría llegar a ser mejor si no perdiera, a ratos, el hilo conductor y fuera más directo -mas no evidente-. En cuanto a la forma y recursos que usas, creo que son incriticables, excepto por el único error que encontré (y que también encuentro a menudo en mis trabajos); el "en verdad".
Me gustó.

Rob. dijo...

bueno, creo que ya lo comentamos y te dije lo que pensaba, mientras esperábamos la micro.

Me gusta el juego de lenguaje y el talento que tienes para plasmar las palabras precisas.

:)

Anónimo dijo...

Más vale tarde que nunca, dicen... No había comentado tu obra.

Me parece tan certero el vocabulario y precisas las ideas que envuelven. Lo único que no entiendo es la intención escondida de "La espera", si pretende mostrar inocencia, locura, las dos juntas, cada una por si sola (¡que PSU mi comentario!), pero creo que le da un toque un tanto incoherente muy, muy sutil que desencaja y funciona excelentemente bien. Si era eso lo que querías o no, creo que nunca lo sabré, pero lo considero digno de destacar. Para bien, obviamente.

Un besO